El cigarrillo electrónico contiene sustancias bien conocidas y aprobadas por diferentes organismos de salud a nivel mundial y muchos de sus componentes son ampliamente usados en la industria farmacéutica y alimenticia.
Desde que hace unos meses se ha comenzado a popularizar el cigarrillo electrónico, la opinión pública está asistiendo a una sutil campaña de desprestigio hacia estos novedosos dispositivos. Una larga y en ocasiones turbia historia de competencia e intereses cruzados entre las grandes compañías, a las que no les interesa que este producto se popularice. Esta guerra de intereses, en la que la salud de los consumidores está siendo moneda de cambio, hace sospechar al más escéptico que detrás de las alarmistas advertencias en torno al cigarrillo electrónico se pueda ocultar la alargada sombra de las industrias que comercializan los productos que precisamente se pretenden abandonar.
En no pocos medios de comunicación hemos asistido a titulares centrados en la supuesta falta de efectividad del cigarrillo electrónico como medio recreativo y como ayuda para abandonar el tabaquismo. Según estas informaciones, diversos organismos relacionados con la salud han advertido de la “falta de estudios que demuestren la eficacia del cigarrillo electronico”, de lo que el lector incauto debería extraer que tales instituciones desaconsejan su uso. O dicho de otro modo: que ante las dudas respecto a la plena efectividad del cigarrillo electrónico, debemos seguir fumando cigarrillos convencionales, pese a que su naturaleza nociva está sólidamente demostrada desde hace décadas.
Para reforzar esta argumentación se ha referido en ocasiones a un estudio neumológico ya famoso según el cual los cigarrillos electrónicos contienen las mismas sustancias nocivas que el tabaco tradicional, y entre cuyos efectos se cita la constricción de las vías aéreas en pacientes con afecciones respiratorias. Como sucede con la ciencia estadística, en el periodismo de divulgación la interpretación de los datos es un factor esencial a la hora de comprender la información que se nos presenta y en este caso, los datos arrojados están bien maquillados, de forma que haga parecer que si se consumen cigarrillos electrónicos, se ocasionaría un mal desproporcionado, nada más lejos de la realidad.
“El líquido de los cigarrillos electrónicos contiene sustancias idénticas a las del tabaco tradicional”. En efecto: la nicotina es un alcaloide generado únicamente por la planta del tabaco, y posee diversas propiedades. Una de ellas, bien conocida y estudiada, es la de provocar la constricción de las vías aéreas respiratorias. Lo que se omite deliberadamente es que, en efecto, a través del cigarrillo electrónico el organismo humano inhala nicotina (la misma sustancia que suministran los parches y los chicles de nicotina), pero lo que no se está inhalando es el alquitrán, el amoníaco, el CO2 derivado de la combustión de la planta de tabaco, del papel, la cola, la tinta y un largo etcétera… Hasta un millar de compuestos, en fin, muchos de los cuales se saben demostradamente cancerígenos. Por contra, los principios activos del líquido del cigarrillo electrónico son solamente tres, y son bien conocidos por la industria alimentaria:
– Propilenglicol (Usado desde hace décadas como aditivo alimenticio, considerado como seguro)
– Nicotina (Derivado del tabaco)
– Glicerol (Componente de aceites vegetales y animales, usado ampliamente en la industria farmacéutica e incluso como humectante por las tabacaleras).
El cigarrillo electrónico está cada día más presente en nuestras calles, cafeterías y centros de trabajo. Son innumerables los consumidores que están dejando de fumar gracias a él, ahorrando dinero y haciendo su vida más saludable. Las campañas de desinformación y la demagogia nunca han tenido mucho éxito a la hora de frenar un fenómeno como el que el cigarrillo electrónico representa en nuestros días: cuando el gran público descubre, demanda y practica el uso de un dispositivo como el cigarrillo electrónico, que redunda tanto en su salud como en su bolsillo, no caben oscuras artimañas industriales que puedan detenerlo, por mucho empeño que pongan y mucha habilidad que desplieguen para manipular a los consumidores.
Titulo original: ¿Es el cigarrillo electrónico cancerígeno?
Tomado de: www.elpaisonline.com